lunes, 20 de abril de 2009

Chinoy en Talagante: El hombre tras la guitarra


Una cosa es deambulando por entre la gente, sorbeteando del vaso plástico donde le sirven un poco de bebida de dudosa marca. Otra es cuando sube al escenario y toma su guitarra acústica. Es un tipo sencillo, se nota en su andar y en su manera despreocupada de vestir. Está lejos de creerse una estrella de rock o algo así. Lo de Chinoy, otro de los hijos de My Space, son las canciones y los fuertes rasgueos sobre la de seis cuerdas.

Su presentación en Talagante comienza antes de tiempo. El galpón de la compañía de teatro y música La Oruga está casi a su capacidad (¿un poco más de un centenar de personas?) pasadas las 21:40 horas, cuando Chinoy sube al despreocupado escenario montado para la ocasión. Rasguea su guitarra mientras mira tratando de empatizar con el sonidista de turno. Los presentes responden con generosos aplausos. Pero, ¡oh, sorpresa! sólo se trata de la prueba de sonido, que finalmente deja conforme al músico.

Tras la opaca presentación de 2 conjuntos locales, quienes cayeron en la extrema obviedad de versionar a Víctor Jara y Violeta Parra, aparece en escena un solista, del que nunca sabremos el nombre producto de la pésima amplificación del presentador del show, quien puso una cuota de fervor-guitarrero para despercudir al respetable. El ambiente se encumbra, pasan unos minutos y ya estamos para lo que verdaderamente vinimos. Chinoy sube y toma su guitarra: ahora la cosa va en serio.

Mauricio Castillo deja su personalidad real para convertirse en el nombre que ha recogido buenas críticas de la prensa y de sus pares como Manuel García y Mauricio Redolés. Chinoy haciendo música deja de lado la humildad. Él no roza las cuerdas de la guitarra si no que las golpea con tanta vehemencia que, por momentos, casi las convierte en percusiones.
No entendía la denominación de su música como punk hasta que este sábado lo vi en vivo. Antes es imposible comprender el concepto. La rapidez de su ejecución parece ser el leitmotiv de su obra, aunque el porteño cuenta con un repertorio que pasa por distintos paisajes y velocidades.

Las canciones suenan una tras otra casi sin pausa. Sólo minutos para pedir algo de “agua caliente” interrumpen a “De la 30 York”, “Plata pa pan”, “De barro”, “Carne de gallina”, “No empañemos el agua” y, la mejor de sus composiciones, “Valpolohizo”. Chinoy casi no se dirige al público, está tan metido en su cuento que parece no querer salir de él. Por ahora un concepto válido, pero si quiere ampliar su carrera deberá mejorarlo.

Todo el repertorio de Chinoy está cargado de poesía, pero a veces surge la duda acerca de sus letras y uno se pregunta cuánto de seriedad y profundidad hay, y en qué porcentaje se trata sólo de un engranaje de palabras sueltas. Sea cuál sea la ecuación el resultado siempre es positivo, los fraseos terminan funcionando y la melodía te convence a punta de buen folk energético a la vena. Las buenas críticas no eran gratis. Bienvenido, Chinoy.


http://www.myspace.com/chinoysite