lunes, 25 de mayo de 2009

La casa de la música
Con el Estadio Nacional descartado para realizar recitales, los empresarios locales del espectáculo buscan una alternativa para conseguir una locación que les permita seguir ofreciendo megaeventos. La principal alternativa parece ser la construcción de un recinto propio.

El fenómeno de los Jonas Brothers pasó por nuestro país provocando un fervor descomunal por parte de miles de preadolescentes que deliraron desde el comienzo con la posibilidad de ver de cerca a sus héroes con estampa de rockeros y que a su vez lucen anillos que simbolizan castidad. La locura se desató desde al anuncio de la presencia del trío en nuestro país, tanto así que el recital debió ser trasladado desde la Pista Atlética del Estadio Nacional al Club Hípico para que así nadie se quedara fuera de este magnoevento.

Entremedio, la disputa por conseguir la autorización del gobierno para que el show se realizara en el Coliseo Central del recinto de Ñuñoa hizo que por primera vez en mucho tiempo los empresarios del espectáculo se percataran que Chile, a parte del Nacional, no cuenta con lugares que permitan albergar recitales de alta convocatoria. Esto, pensando que en el último tiempo Chile (Santiago para ser exacto) se ha convertido en parada obligada para los artistas de renombre que deciden bajar a Sudamérica.

El gobierno, mediante Chiledeportes, ha dejado en claro que la prioridad en este minuto es el fútbol. Con la selección nacional encumbrada en los primeros puestos de las Eliminatorias Mundialistas para Sudáfrica 2010 se quiere asegurar un césped acorde al trabajo que ha realizado Marcelo Bielsa al mando de “la Roja”. Y para quienes seguimos el fútbol argentino cada fin de semana quedó en evidencia que la decisión tomada fue la mejor tras observar el partido que River jugó en su cancha el domingo siguiente a la presentación de los Hermanos Jonas en el Monumental, en su parada en Buenos Aires. Si no me cree, pregúntele a Radamel Falcao, delantero de River que malogró un penal tras resbalarse por el mal estado del terreno de juego. ¿Se imagina a Chupete Suazo fallando desde los 12 pasos en un duelo que le podría dar la clasificación a Chile al Mundial? Hasta el más fanático de la música se tomaría la cabeza producto de la desilusión.

Con el Estadio Nacional descartado, al igual que San Carlos de Apoquindo producto de la no renovación de permisos para realización de conciertos, los ejecutivos de productoras como Time For Fun (T4F), Multimúsica y DG Medios se reunieron para realizar una apuesta a largo plazo y que les permita agendar espectáculos de alta convocatoria con total libertad: la construcción de un estadio propio.

El primer lugar que saltó a la palestra fue un terreno ubicado en Lampa, el cual respondería formalmente a los requerimientos para emplazar un recinto que pueda albergar a más de 50 mil personas, cifra que sólo se puede congregar precisamente en el Estadio Nacional o el Club Hípico. El proyecto no ha sido confirmado, pero se calcula que las 10 hectáreas donde se debería levantar el coliseo, considerando la necesidad de estacionamientos, y la inversión total bordearía los 100 millones de dólares. Y es ahí donde se decreta el problema.

Recuperar la inversión para hacer rentable el negocio significaría, como han comentado algunos empresarios a La Tercera, que “para pagar ese estadio tendrías que tener 'cuatro Madonnas' al año durante una década para costearlo”. Como es una locura pensar en ello, lo más probable es que, si se llegara a concretar la construcción, el valor por las entradas para cada evento a realizarse allí se elevaría a niveles impensados. Ese sería un escollo que se sumaría al sector donde inicialmente se piensa emplazar el recinto, pensando que Lampa no es el lugar más accesible para el público que va a recitales.

Ahora, piense en positivo y crea en el levantamiento de una locación destinada mayoritariamente a los recitales. Haga ciencia ficción mientras lee estas líneas e imagine qué elementos deberían adornar el lugar. Le pido a usted que realice la labor porque yo prefiero no ilusionarme. Lo he pasado mal en mi recorrido por los eventos en grande.

Filas interminables con el sol pegando en la cara implacablemente, horas apretujado contra rejas de contención, eternos minutos sin poder ir al baño para no perder el puesto, olores detestables de mis compatriotas, sujetos de altura muy superior a la mía que me impiden ver con claridad el escenario sumados a la idiotez y rotería que se ha implementado en los últimos años y que se han conocido como cancha Golden VIP, Goleen Circle y otras determinaciones clasistas, han mermado mi confianza y ganas de ir a megaeventos. Y créanme que no exagero.

Soy muy fanático de la música pero me gusta disfrutarla en condiciones mínimas de comodidad. Soy de los que creen que una entrada puede costar sobre 20 mil pesos, pero únicamente si se me presentan condiciones mínimas, como por ejemplo, asegurarme que veré el escenario en su plenitud, a una distancia adecuada y con un sonido coherente a ese precio. Perdóneme si lo deprimo, pero he perdido la fe. Como le propuse, haga ciencia ficción, sea más optimista que yo e ilusiónese con butacas acolchadas y una cancha en desnivel para que desde el fondo del recinto igualmente se vea con claridad. Y por si las moscas comience a juntar platita.